Las depresiones.
Sumario (Primera parte)
Dr.
Miguel Duque Pérez-Camacho *
La pena que no desahoga en
lágrimas
puede hacer llorar a otros
órganos.
Henry
Maudsley
(1835 -1918)
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su vigésima
segunda edición, define la depresión en su cuarta acepción como: Síndrome
caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones
psíquicas, a veces con trastornos neurovegetativos.
La depresión es una de las enfermedades más comunes a la que está sujeta
la Humanidad. Paradójicamente, es probable que sea el síntoma que con más
frecuencia pasa inadvertido, y cuando se reconoce, probablemente sea el síntoma
simple peor tratado en la práctica clínica. No solo son múltiples y complejos
los signos y síntomas de la depresión en cualquier estadio del trastorno, sino
que hay muchos estadios y problemas diferentes en grupos de edad distintos. Por
ejemplo, sus síntomas, al inicio, difieren considerablemente de los que se
desarrollan más adelante y de los que aparecen en penúltimo lugar en el
paciente deprimido que comete suicidio. También hay un factor de edad. Las
manifestaciones en los adolescentes difieren considerablemente de las que se
observan en edades posteriores.
Desde un punto de vista puramente descriptivo, a menudo los fenómenos
que acompañan a la depresión no se pueden distinguir de los que se ven en la
pena por la pérdida de alguien o algo, es decir, en la reacción normal de duelo
y luto.
Además de los factores depresogénicos de origen psicológico y social, no
se deben omitir los factores biológicos. Ciertas medicaciones pueden precipitar
una depresión grave: la reserpina, los corticosteroides a altas dosis y las
fenotiacinas, así como el abuso de ansiolíticos. Como veremos más adelante,
ciertos síntomas depresivos pueden comprenderse mejor como un grito de ayuda.
La depresión anaclítica se refiere al síndrome que muestran los niños en
el primer año de vida si se les priva de las atenciones de una figura maternal
adecuada. El cuadro clínico depresivo comprende un conjunto de síntomas (rasgos
subjetivos) y signos (rasgos objetivos: por ejemplo, pliegue de Veraguht) un
tanto heterogéneo y abigarrado, variable de unos enfermos a otros.
El pliegue de Veraguht lo describió el neuropsiquiatra suizo Otto
Veraguht como un peculiar pliegue en forma de triángulo en el ángulo nasal del
párpado superior. El pliegue suele asociarse a la depresión.
Lo que hoy entendemos por depresión equivale al cuadro clínico
denominado melancolía ya desde hace por lo menos veinticinco siglos, puesto que
pueden encontrarse descripciones de lo que hoy conocemos como trastorno del
estado de ánimo en textos muy antiguos. La historia del rey Saúl, en el Antiguo
Testamento, describe un síndrome depresivo, así como lo hace también el
suicidio de Ajax en la "Ilíada" de Homero. En el 400 a.C., Hipócrates
utilizó los términos de "manía" y "melancolía" para
designar trastornos mentales. El médico judío Moses Maimónides, en el siglo
XII, consideró la melancolía como una enfermedad concreta.
La depresión es una enfermedad que acompaña al ser humano desde el
nacimiento hasta la tumba. Ya en el lactante y durante la primera infancia,
como señalamos antes, puede presentar una depresión (anaclítica) en forma de un
llanto pertinaz, una débil reactividad a los estímulos, una falta de
expresividad emocional o un trastorno del sueño.
El mayor índice depresivo se produce a partir de los 70 años. La
característica sociodemográfica más popular de la depresión consiste en que el
número de mujeres duplica al de hombres. Esta proporción de dos mujeres
depresivas por un hombre extiende su validez entre los 15 y los 70 años. Por
debajo de los 15 años existe un equilibrio a este respecto entre los géneros
masculino y femenino, y lo mismo ocurre más allá de los 70 años.
La relación entre el estado civil y la presencia de la depresión ofrece
datos de sumo interés. Las personas separadas y las divorciadas son las más
afectadas por la depresión, y las casadas, las menos. La distribución de la
frecuencia de la depresión se atiene a esta escala, de menos a más: casados,
solteros, viudos y separados o divorciados. En todos los estados maritales la
frecuencia masculina es menor que la femenina, a excepción de la viudez.
En el estrato socioeconómico, bajo la incidencia de la depresión se
muestra algo más elevada que en el resto de la población.
La llamada depresión por fortuna no responde con rigor a esta
designación ni, por tanto, es producto de la fortuna. La depresión así
calificada suele deberse al incremento de las exigencias o responsabilidades
implicadas al mejorar la situación laboral o económica, o simplemente a la
falta de acomodación al nuevo estilo de vida.
La adaptación a cualquier situación innovadora exige un doble esfuerzo:
el de renunciar a antiguos hábitos o preferencias y el de ajustarse a las
nuevas circunstancias. Sobre este tránsito gravita el alto riesgo de incidir el
cuadro descrito por los autores alemanes como "entwurzelungsdepression"
(depresión por desarraigo), cuya máxima amenaza se produce cuando el sujeto se
halla privado de los lazos que le unían a la antigua situación sin encontrarse
todavía anclado en la nueva. Se presenta en emigrantes e inmigrantes. Hasta el
cambio de casa, aunque sea para mejorar, puede provocar en la mujer el cuadro
identificado en la bibliografía germana como "umzugsdepression"
(depresión por la mudanza).
Los síntomas del estado depresivo.
Los enfermos depresivos muestran unos síntomas muy distintos de unos a
otros.
En la depresión se distinguen cuatro dimensiones (síntomas). Todos los
rasgos propios de cualquier enfermo depresivo corresponden a uno de estos
cuatro apartados: humor depresivo, anergia (debilitación de los impulsos),
discomunicación y ritmopatía.
En la práctica, los cuadros depresivos pueden ser completos, abarcando
rasgos de las cuatro dimensiones (síntomas), o parciales, limitándose a los
rasgos de una, dos o tres dimensiones.
El humor depresivo es un estado de ánimo impregnado de pesimismo. Puede
manifestarse como:
a)
Amargura o desesperanza, con tendencia al llanto, con lágrimas o sin ellas.
b)
Incapacidad para experimentar placer y alegría (anhedonia).
c)
Desvalorización o subestimación propia en forma de ideas de indignidad o
inferioridad; sensación de incapacidad somática o psíquica; o sentimiento de
culpa.
d)
Disminución del apego a la vida o ideas suicidas.
e)
Opresión precordial.
f) Dolores
localizados en la cabeza, la espalda o en otro sector.
El humor depresivo, al igual que ocurre en las otras tres dimensiones,
se acompaña con frecuencia de ciertos síntomas somáticos displacenteros. Hay
depresivos donde se impone el dolor moral y otros invadidos por el dolor
físico. Las experiencias dolorosas físicas más frecuentes son las siguientes:
la sensación general del cuerpo pesado o rígido; la opresión o dolor en la
cabeza, la cara, la región precordial, la boca del estómago o la espalda; el
hormigueo en la cabeza, los brazos y las manos o las piernas y los pies; el
picor en la región genital o mucosa rectal. Conviene precisar que la cabeza es
uno de los sectores somáticos más afectados por el sufrimiento depresivo
físico.
El humor depresivo se expresa exteriormente por la emisión de quejas,
lamentos y crisis de llanto, a veces llanto sin lágrimas.
Algunas veces la mímica del depresivo no concuerda con el estado
interior. El mejor ejemplo de ello es la mímica del depresivo sonriente.
La anergia se define como la debilitación de los impulsos. Se manifiesta
como: a) apatía o aburrimiento; b) cavilación sobre la misma idea o presencia
de indecisiones; c) falta de concentración; d) disminución de la actividad
habitual en el trabajo y/o en las distracciones; e) fatiga general o cansancio
precoz, y f) disfunción sexual o trastornos digestivos.
Los enfermos se sienten incapaces de afrontar las tareas cotidianas,
pareciéndoles agotador el mínimo esfuerzo. Algunos experimentan esta sensación
de cansancio, de agotamiento, en términos somáticos. Acusan cefaleas de tipo y
asiento variable, como la cefalea posterior con sensación de peso,
individualizada por TH. Alajouanine y J. Nick bajo el nombre de "síndrome
del atlas".
Esta inhibición psíquica refleja igualmente el sentimiento de fatiga,
que es finalmente un "taedium vitae", una dificultad creciente para
conducirse en la vida de cada día. Hay defectos de memoria, se olvidan las
cosas más simples, la atención se polariza hacia las dificultades que el
paciente experimenta, se debilita la voluntad, apareciendo el enfermo como vacío
de toda energía.
El cansancio depresivo puede aparecer como adinamia (falta de ganas de
moverse) o de astenia (fatiga precoz). El síndrome integrado por la fatiga
crónica y la fibromialgia (mialgia significa dolor muscular) corresponde muchas
veces a un estado depresivo.
La discomunicación depresiva es un trastorno que conduce al aislamiento
del enfermo depresivo mediante el bloqueo de la emisión y la recepción.
El bloqueo depresivo de la emisión y la recepción se extiende a los dos
niveles o canales de la comunicación interhumana directa: el principal, el
lenguaje hablado y escrito, y el complementario, el lenguaje no verbal o
comunicación corporal.
El empobrecimiento emisor y receptor de la comunicación corporal se
refleja en estos otros datos: la expresión facial rígida, con una mímica poco
expresiva; la gesticulación muy limitada; el abandono de la indumentaria o el
vestido, extendido a veces a los cuidados higiénicos; la reducción de la
agudeza visual. Además, en algunos depresivos discomunicados se bloquea la
recepción de las señales olfativas y su emisión puede tomar la forma delirante
de creer que se desprenden olores desagradables del cuerpo propio
(autodisosmofobia). La pérdida del sabor para las comidas es también un
trastorno frecuente de esta serie.
La discomunicación puede manifestarse en: brotes de mal humor o
enervamiento; tendencia a afligirse por todo; retraimiento social; abandono de
las lecturas, la radio y la televisión; sensación de soledad o desconfianza, y
descuido en el arreglo corporal y en el vestuario.
La ritmopatía o disregulación de los ritmos comprende no solo la
desorganización de las formas rítmicas biopsíquicas puntuales más
características del ser humano, a saber, la actividad/descanso, la alimentación
y el sueño, sino que se expresa modificando profundamente el ritmo existencial
y la temporalidad.
Los ciclos de la actividad/descanso, la alimentación y el sueño
coinciden en agruparse entre los fenómenos psicobiológicos rítmicos llamados
ritmos circadianos.
Los trastornos del apetito y el peso ocupan entre los trastornos
ritmopáticos el segundo lugar. Su manifestación más frecuente es la anorexia
acompañada de pérdida de peso. La mayor parte de las anorexias mentales
constituyen en realidad una conducta sintomática del estado depresivo. Su
trastorno básico no es verdaderamente la anorexia (falta del apetito), sino un
rechazo del alimento determinado por la fobia a ganar peso. En el otro polo,
los episodios de "atracones de dulces y bollos", conocidos como
bulimia y vividos como una sensación de culpa abrumadora, deben su origen casi
siempre a un estado depresivo.
El ciclo circadiano por excelencia es el integrado por el ritmo
sueño/vigilia o ritmo nictameral. La perturbación del sueño más frecuente en
los depresivos es el insomnio precoz, que se refiere a la dificultad de
conciliar el sueño. También es muy frecuente el insomnio medio, en el que el
sueño queda sometido a la presentación de pesadillas nocturnas o a la
interrupción mediante despertares. El insomnio tardío, en el que produce el
despertar precoz, representa el trastorno sómnico de mayor peso específico para
el diagnóstico de la depresión.
La ritmopatía se puede manifestar como: gran fluctuación de los síntomas
a lo largo del día o notables diferencias entre la mañana y la tarde; pérdida
de apetito y peso; crisis de hambre voraz; dificultad para conciliar el sueño;
pesadillas nocturnas, sueños sombríos o despertar temprano, e hipersomnia
durante el día.
*Psiquiatra, Director del Instituto
Canario de Psiquiatría (ICAPSI) y Presidente de la Sociedad Española de
Psiquiatría Social (SEPPS).
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