10 de diciembre de 2012

29 de septiembre de 2012




Hoy, 29 de Septiembre, onomástica de Miguel, el equipo del ICAPSI (Instituto Canario de Psiquiatría), quiere felicitar al fundador y Director del ICAPSI, Sr. Dr. D. Miguel Duque Pérez-Camacho.

Un cordial saludo,


El equipo del ICAPSI

3 de septiembre de 2012

Catástrofes: Aspectos psiquiátricos. Epítome.

Miguel Duque Pérez-Camacho*

Es destacable señalar las diversas consecuencias psicológicas y psiquiátricas que han tenido las catástrofes en la historia reciente, tanto para las personas implicadas como para las que estuvieran expuestas a ellas. Las características de dichos acontecimientos según sus causas: naturales, accidentales, secuestro de rehenes, actos terroristas y conflictos o catástrofes sociales. Se aborda el debriefing psicológico, que es la intervención esencial en el plano medicopsicológico.

Teniendo en cuenta el recrudecimiento de los riesgos accidentales, las nuevas amenazas que pesan sobre las sociedades y la inevitable aparición de catástrofes naturales, es importante analizar las consecuencias psicológicas y psiquiátricas de los acontecimientos catastróficos. Es conveniente distinguir los efectos del trauma de la manera siguiente: independientemente del síndrome psicotraumático patognomónico de dicha clínica, es esencial identificar las manifestaciones psiquiátricas características de síntomas que no pertenecen a dicho síndrome. Se puede tratar de signos típicos del estrés, de ciertos índices clínicos de la fase llamada de latencia o de la expresión por la cual se traducen la pérdida o el duelo de las personas cercanas en las catástrofes.

El Diluvio, la Atlántida, el Apocalipsis, jalonan la historia de la humanidad y de sus mitos. Incluso la creación del universo resultaría del “Big bang”. La influencia de las catástrofes en el ritmo de la historia también se manifiesta en la época moderna. El incendio del Bazar de la Caridad en París y el naufragio del Titanic a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, y la catástrofe del Concorde en Julio de 2000 ocurren en un cambio de siglo, como si el hundimiento de un mito señalara el paso hacia una nueva etapa de la historia de la humanidad.

Desde el temblor de tierra de Lisboa en 1775 y la controversia entre Rousseau y Voltaire, se identifican tres modelos explicativos de la catástrofe: el castigo divino, la naturaleza omnipotente y la responsabilidad humana, por lo general compartida.

Entre las primeras descripciones de catástrofes, antes del nacimiento de la psiquiatría, se puede citar la de la erupción del Vesubio por Plinio el Joven.

La CATASTROFE: es un suceso infausto que altera gravemente el orden regular de las cosas y es sinónimo de cataclismo y desastre.

Las catástrofes se clasifican en: NATURALES (Geológicas, Climáticas, Bacteriológicas, Animales), TECNOLOGICAS (Incendios, Inundaciones, Accidentes de circulación, Accidentes ferroviarios, Aéreos, Navales, Submarinos), DE GUERRA (Bombardeo, Acción química, Nuclear, Invasión de un país, Campos de minas), SOCIALES (Terrorismo social, Hambre, Secuestros, Revueltas).

En los diferentes tipos de catástrofe hay numeroso factores que pueden propiciar el suceso (fallos mecánicos, geología, climatología, etc.), sin embargo hay un elemento diferencial entre todos éstos, y ese elemento es la acción del hombre. Puede ser indirectamente, por ejemplo, en un accidente aéreo, pueden existir causas mecánicas de la aeronave, que no haya sido revisada correctamente por los mecánicos, o bien un error de lectura de las cartas de navegación o no atender a las instrucciones de una torre de control.

Tradicionalmente las catástrofes se definen por cuatro criterios: un evento destructor nefasto (en general súbito y brutal); con gran cantidad de víctimas (muertos, heridos, conmocionados, quemados, etc.); con destrucciones materiales importantes; que excede (o al menos ocupa íntegramente) los medios de auxilios locales y L. Crocq añade un quinto criterio, tal vez esencial: “provoca una desorganización social importante”.

En toda catástrofe, más allá de las consecuencias individuales, la sociedad en su totalidad, se ve afectada en su fisiología de gran organismo, lesionado en su organización y su vida colectiva. Por otro lado, cada individuo se ve afectado no sólo en su “Yo personal”, original y singular, sino también en su sentimiento de pertenencia a la comunidad, en su “Yo social”.

Además de las destrucciones y lesiones somáticas, las catástrofes provocan obligatoriamente un choque emocional y - aunque puede ser transitoria – una lesión psíquica. En este sentido, puede afirmarse que todas las víctimas de catástrofes, heridos somáticos o sobrevivientes sin lesión física, son “heridos psíquicos” y deben tratarse. Puede ocurrir también que los testigos, no afectados directamente por la catástrofe, las familias y amigos que acuden a prestarles auxilio e incluso los socorristas, los servicios sociales, el personal de atención médica y los organizadores, sufran también un choque emocional generador de síntomas más o menos intensos, molestos y duraderos. El Dr. Noto propuso el término de “involucrados”, para designar este grupo de familias y de personal implicado de cerca en la catástrofe.

Tras un trauma y contemplando la individualidad del ser humano veremos al sujeto entrar en una serie de fases en las que parecería que su vitalidad tras el suceso se ha desvanecido, estas son: a) Fase de shock o Reacción de estrés normal: Moviliza procesos biológicos y fisiológicos bien conocidos actualmente: liberación de endorfinas, incremento de las defensas inmunitarias, cascada de informaciones y órdenes - por vía nerviosa o por vía humoral – entre los órganos sensoriales, la corteza cerebral, los centros mesencefálicos, el sistema nervioso neurovegetativo, la hipófisis, las suprarrenales y los efectores fisiológicos. Junto a estos aspectos fisiológicos, el psiquiatra debe conocer aún más los aspectos psicológicos de la reacción de estrés: el estrés focaliza la atención, moviliza la energía e incita a la acción. La reacción de estrés normal es una reacción útil, adaptativa, que inspira al individuo las decisiones y las conductas propicias para sustraerlo del peligro o para ayudar a los otros a evitarlo; b) Fase de inhibición o Reacción de estrés anormal: Se distinguen cuatro reacciones: La primera es la reacción de sideración, que deja al individuo perplejo desde el punto de vista cognitivo, estuporoso desde el punto de vista afectivo y paralizado desde el punto de vista motor. La segunda es la agitación incoordinada y estéril. La tercera es la huida por pánico, en la cual el individuo encuentra también la liberación de un exceso de tensión psíquica insoportable en la acción impulsiva. La cuarta reacción, menos conocida, aunque más frecuente, es la acción automática: el individuo en estado de choque y desconcierto es incapaz de deliberar para escoger la mejor solución y ejecuta como un autómata los gestos y secuencias de gestos que se le ocurren espontáneamente o que copia de sus vecinos. c) Fase de Restauración: El cuadro psicopatológico más común, vivido como reacción a una situación de catástrofe, es el trastorno por estrés postraumático (DSM-IV-TR F43.1) denominación estadounidense, llamado anteriormente neurosis traumática; los síntomas más característicos los resume de manera muy didáctica el Profesor Alonso-Fernández siendo estos la: 1) Alexitimia (apatía o desinterés, pérdida de la expresividad de las emociones, distanciamiento de los demás), 2) Reviviscencia del trauma (recuerdo repetidos relacionados con el trauma, pesadillas nocturnas del mismo tema) y 3) Simpaticotonía (taquicardia, sudoración, insomnio).

Aparentemente el trastorno es más grave y duradero cuando el factor estresante es de origen humano.

Como sintomatología asociada es fácil encontrar síntomas de ansiedad y depresión. Hay un aumento de la irritabilidad que puede asociarse con explosiones esporádicas e impredecibles de conducta agresiva bajo la presión de provocaciones mínimas o incluso sin ellas.

La incapacitación puede ser ligera o afectar prácticamente a todos los aspectos de su vida. La evitación fóbica de las situaciones o actividades que recuerdan o simbolizan el traumatismo original, dando lugar a una incapacitación laboral o recreativa. Además la anestesia emocional puede interferir en la vida familiar y de pareja.

En diferentes países se han creado “equipos medicopsicológicos de urgencias” que actúan inmediatamente en el sitio de la catástrofe, adaptando los procedimientos norteamericanos del debriefing (o “examen psicológico del evento”) y se han organizado consultas especializadas en psicotraumatología. Esto refleja el interés suscitado por problemas específicos y la respuesta a necesidades que no eran cubiertas anteriormente por los sistemas de salud.

En los momentos que suceden a una situación de crisis, una correcta intervención de los equipos sanitarios puede servir para reducir los efectos “traumáticos” que se puedan producir. La actuación de cualquier sujeto en el escenario de la crisis a de conseguir mitigar o modular las consecuencias del suceso. Cuando el estado físico del paciente sea estable, y las medidas de auxilio urgentes hayan sido realizadas, deben entrar a actuar las medidas psicosociales, de las que son importantes una serie de recomendaciones básicas: dejar llorar, dar bebidas calientes, llevar mantas, contacto físico (abrazar, dar la mano), lenguaje tranquilizador, dar mensajes de apoyo y aliento a los afectados, con la intención de influir en su estado de ánimo (sin negar la realidad ni esconderla), tranquilizar a los afectados sobre el estado de los otros heridos, mostrar comprensión y estimular que se hable (a pesar de llanto, gritos, etc.).

Basándonos en el modelo de “intervención en crisis” de Kart Slaikeu, exponemos las líneas a seguir en la intervención psicológica: Inmediatez: En cuanto aparezcan los síntomas; Proximidad: Lo más cerca posible del lugar del suceso, Expectativa: Ayudar al afectado a que comprenda que vive una reacción normal a un suceso irregular; Simplicidad: Métodos terapéuticos breves y sencillos.

Los riesgos psicopatológicos relacionados con el aumento del número de catástrofes constituyen el nuevo azote de nuestras sociedades. La frecuencia de los accidentes colectivos aumenta debido a los riesgos relacionados con los transportes, y aparecen nuevas formas de duelo, caracterizadas por la brutalidad y por el cambio radical de la respuesta que conviene adaptar cada vez a un nuevo escenario de catástrofe. Las nuevas formas de terrorismo, incluso de actos de hostilidad que hoy en día conviene tener en cuenta, prever y evitar por adelantado, se han diversificado y deben conducir a un análisis preciso de esos nuevos riesgos.



*Psiquiatra, Director del Instituto Canario de Psiquiatría (ICAPSI) y Presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicopatología Social (SEPPS).



 
BIBLIOGRAFÍA

• Alonso-Fernández, F. Fundamentos de la Psiquiatría Actual, Tomo II, 3ª Edición.

• DSM-IV-TR. Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. 2002.

• Harold I. Kaplan, Benjamín J. Sadock. Sinopsis de Psiquiatría. Editorial Médica Panamericana.

• L. Crocq, C. Doutheau, P. Louville y D. Cremniter. Enciclopedia Francesa Médico Quirúrgica de Psiquiatría. 2010.





9 de abril de 2012

“El Sueño. Disomnias y Parasomnias. Sinopsis”

Miguel Duque Pérez-Camacho*






El Sueño es una necesidad biológica periódica que alterna con fases de vigilia siguiendo el ritmo circadiano y que se halla sometida a la acción de múltiples factores externos e internos. Representa para el ser humano una forma periódica de restauración cuya renovación es indispensable.
La duración del Sueño suele disminuir en general con la edad, pero las variaciones individuales acerca de la satisfacción de esta necesidad son muy grandes; como explica Honorio Delgado, hay personas que despiertan bruscamente y tiene mayor lucidez por las mañanas mientras que otras despiertan más lentamente e incluso la mañana les representa una transición entre sueño y perfecta vigilia.
Adormecimiento y despertar constituyen dos fases en las que son propicias ciertas manifestaciones mentales: el Mentismo (desfiles de imágenes, obsesivo y penoso) y las Alucinaciones llamadas hipnagógicas (que precede al sueño, estado entre vigilia y sueño), o hipnopómpicas del despertar (ensoñaciones) (Porot, Pelicier), siendo el trastorno del sueño en general, un síntoma muy habitual de la patología psiquiátrica.
Los trastornos del sueño afectan a cerca de un tercio de las personas en un momento u otro de la vida. A menudo son transitorios, pasan inadvertidos, no reciben tratamiento y tienden a volverse crónicos y a agravarse. Por otra parte, hoy en día se sabe que tales trastornos suponen graves consecuencias para el bienestar, la salud, los resultados escolares y la vida social, económica y profesional. Los accidentes laborales y de tráfico son más frecuentes entre quienes sufren ciertas enfermedades del sueño como las apneas, que provocan somnolencia diurna. Quienes padecen de insomnio crónico corren un alto riesgo de desarrollar trastornos del estado de ánimo o trastornos ansiosos. Importa, pues, hacer un diagnóstico precoz y prescribir un tratamiento adecuado.
Los diferentes métodos de investigación del sueño proporcionan datos objetivos (como los registros polisomnográficos y actimétricos) o bien datos subjetivos (como los cuestionarios y las agendas de sueño).
Gracias a los métodos de evaluación subjetiva es posible apreciar cómo percibe el paciente su propio sueño. Uno de los cuestionarios, la agenda del sueño, evalúa a diario el tiempo de sueño y de vigilia, las siestas, etc. Otros, como el índice de calidad del sueño Pittsburg, el cuestionario sobre el sueño del “St Mary´s Hospital” o el Sleep Symptom Questionnaire, evalúan las molestias subjetivas. Por último, otros cuestionarios evalúan las actitudes y creencias con respecto al sueña, o bien su tipología circadiana.
El paciente aquejado de disomnias se refiere a un sueño de mala calidad, con repercusiones sobre la vida diaria. Dice que le cuesta conciliar el sueño, o que éste le resulta insuficiente, insatisfactorio o no reparador. Puede referir dificultades de conciliación, interrupciones del sueño durante la noche o un despertar matutino demasiado precoz, con repercusiones sobre su vida diaria (fatiga, somnolencia, irritabilidad, trastornos del humor). Conviene distinguir el insomnio transitorio y ocasional, cuya causa puede identificarse enseguida, del insomnio crónico. El origen es plurifactorial y suele estar asociado con trastornos psiquiátricos. Los más frecuentes son los trastornos afectivos, la depresión y la ansiedad.
En el insomnio transitorio y a corto plazo el problema se manifiesta durante un tiempo máximo de 3 semanas. Este insomnio suele obedecer a causas bien definidas y fácilmente identificables. Entre ellas se pueden citar:
Una mala higiene del sueño: consumo de sustancias excitantes, alcohol, variabilidad de las horas de sueño, práctica de ejercicios físicos o de un trabajo intelectual intenso antes de acostarse.
Factores ambientales: cambio de lugar, ruido, temperatura demasiado alta o demasiado baja.
Una situación estresante o cargada afectivamente: acontecimientos de la vida, dificultades familiares o profesionales.
Una afección médica (dolor agudo, problema dental, infección pulmonar con disnea, tos, etc.
Insomnio de rebote después de interrumpir la toma de un medicamento somnífero, insomnio de altitud en las ascensiones.
En el insomnio crónico, el paciente sufre desde más de 3 semanas, y, muy a menudo, desde varios años atrás. Existen diferentes tipos de insomnio crónico:
El insomnio psicofisiológico: Aparece cuando un acontecimiento estresante o afectivo perturba el sueño. De ahí en adelante el sueño se deteriora progresivamente y el paciente crea condicionamientos (temor a no dormirse, malos hábitos de sueño) que refuerzan y agravan el insomnio.
El insomnio orgánico: Es un síntoma observable en algunas afecciones médicas y neurológicas, como los traumatismos craneales, las enfermedades neurológicas degenerativas, los accidentes vasculares cerebrales, la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana.
La APNEA DEL SUEÑO alude a la existencia de más de cinco apneas de diez segundos de duración por cada hora de sueño, acompañándose de ronquidos fuertes y excesiva somnolencia diurna, que tiene una prevalencia aproximada del 1% de la población y mayor frecuencia entre ancianos y varones.
Las apneas-hipopneas del sueño (AHS), clínicamente se caracterizan por disminuciones de la actividad respiratoria (hipopnea) o paros de la respiración con persistencia (apnea obstructiva) o interrupción del esfuerzo ventilatorio (apnea central). Los signos clínicos mayores de un síndrome de AHS son la somnolencia diurna y el ronquido por vibración de tejidos laríngeos. Sin embargo, no todas las personas que roncan son apneicas.
Existen factores de riesgo como el sexo (mayor frecuencia en los hombres que en las mujeres), la edad (mayor frecuencia en los hombres de mediana edad y en las mujeres posmenopáusicas), el tabaquismo y la sobrecarga ponderal.
Movimientos periódicos de las piernas durante el sueño (MPPS), y síndrome de las piernas inquietas (SPI) o síndrome de inquietud muscular al despertar. Los MPPS duran entre 0,5-5 segundos y se producen durante el sueño, con intervalos de 4-90 segundos. En el SPI, los movimientos de las piernas se producen al despertar. Se asocian sensaciones desagradables en las piernas y necesidad irresistible de moverlas. Cerca del 80% de los pacientes con un SPI presentan MPPS durante el sueño.
DISOMNIAS Y PARASOMNIAS:
Los dos principales trastornos del sueño son las disomnias y las parasomnias. Las DISOMNIAS (INSOMNIO o AGRIPNIA), forman un grupo heterogéneo de trastornos del sueño que incluyen el insomnio primario, la hipersomnia primaria, la narcolepsia, el trastorno del sueño relacionado con la respiración, el trastorno del ritmo circadiano (trastorno del sueño-vigilia), y la disomnia no especificada (NOS).
Insomnio primario: Este trastorno se diagnostica cuando la principal queja es la dificultad para iniciar el sueño o mantenerlo, o el sueño no resulta reparador, y el problema continúa durante al menos un mes. El insomnio primario suele caracterizarse tanto por la dificultad para dormirse como los despertares repetidos.
Hipersomnia primaria: Se diagnostica cuando no existe ninguna causa para la somnolencia excesiva que se ha observado durante al menos un mes. Algunas personas necesitan dormir muchas horas pero, al igual que ocurre con las que necesitan dormir poco, presentan una variación normal de los ritmos. Su sueño, aunque largo, es normal en cuanto a estructura y fisiología. El sujeto no se queja de la calidad del sueño, ni de somnolencia, ni de malhumor al despertarse, ni de dificultades para “ponerse en marcha”. De acuerdo con el DSM-IV, el trastorno debe considerarse recurrente si el paciente presenta períodos de sueño excesivo que duran por lo menos tres días y que aparecen varias veces al año, por lo menos durante dos años. El exceso de sueño, poco diagnosticado, afectan según diversos estudios, al 0,5-8,7% de la población.
Narcolepsia: Se estima que aparece en el 0,02%-0,16% de los adultos. El síntoma más frecuente son los ataques del sueño: el paciente no puede evitar quedarse dormido. Asociada al problema se encuentra la cataplejía (crisis atónicas musculares, generalizadas o no, de carácter reflejo a una diversidad de estímulos), una pérdida súbita del tono muscular, como debilidad en las rodillas o parálisis de todos los músculos esqueléticos con resultado de colapso. Otra clase de síntomas son las alucinaciones hipnagógicas o hipnopómpicas. Un síntoma poco común es la parálisis del sueño, que con frecuencia ocurre al despertar por la mañana; durante el episodio, el paciente está aparentemente despierto y consciente pero es incapaz de mover un músculo. Si el síntoma persiste más de unos segundos, como ocurre con frecuencia en la narcolepsia, puede resultar extremadamente molesto.
Para Rof Carballo (1984), la clínica de esta afección hereditaria y familiar que es la NARCOLEPSIA, se caracteriza por cuatro síntomas fundamentales: Los ataques del sueño irresistible, de pocos minutos de duración (habitualmente menos de quince minutos), que suelen presentarse tras las comidas y hacia el atardecer, sintiéndose el enfermo restablecido tras la crisis de sueño, como después de un sueño normal. En segundo lugar, el síntoma acompañante más frecuente, una pérdida súbita del tono muscular o Cataplejía, presentada, muchas veces, como respuesta a una estimulación emocional sorpresiva (la risa es su disparador más frecuente), comportando la posibilidad de lesiones en las caídas. El tercer síntoma es la Parálisis del sueño o imposibilidad para moverse (una atonía generalizada propia del sueño REM) en los instantes que preceden al sueño o en el momento del despertar. Finalmente, el paciente presenta Alucinaciones de tipo hipnagógico, muy vivas, intensas y terroríficas, en el momento de quedar dormido.
Trastorno del sueño relacionado con la respiración: Se caracteriza por interrupciones del sueño que producen somnolencia excesiva o insomnio debido a una alteración de la respiración relacionada con el sueño. Las alteraciones de la respiración que pueden darse durante el sueño incluyen apneas, hipoapneas, y de desaturaciones de oxígeno. Dos trastornos del sistema respiratorio que pueden producir hipersomnia son la apnea del sueño y la hipoventilación alveolar central. Se habla de período apneico cuando éste dura 10 segundos o más. Normalmente, la apnea del sueño se considera patológica si el paciente tiene por los menos cinco episodios apneicos en una hora o 30 episodios apneicos en una noche. Bajo la hipoventilación alveolar central se reúnen diferentes patologías que se caracterizan por una alteración en la ventilación en la cual la anormalidad respiratoria aparece o empeora notablemente sólo durante el sueño, y en las cuales no están presentes episodios apneicos significativos.
El Trastorno del ritmo circadiano incluye cuatro tipos de trastornos:
Tipo Sueño retrasado: Patrón de sueño persistente que consiste en acostarse y despertarse tarde, con incapacidad para conciliar el sueño y levantarse a horas más tempranas pese a desearlo; Tipo Jet lag: Somnolencia y estado de alerta presentes en momentos del día inadecuados, y que aparece después de repetidos viajes transmeridionales a zonas con diferente huso horario; Tipo cambios de turnos de trabajo: Insomnio que aparece durante las horas en el que el individuo debería dormir o somnolencia excesiva durante las horas en que debería estar despierto, debido a un turno de trabajo nocturno o a un cambio repetido del turno de trabajo y Tipo no especificado.
Disomnias no especificada:
Mioclonus Nocturno:
el trastorno consiste en contracciones abruptas y muy estereotipadas de ciertos músculos de las piernas durante el sueño. Los pacientes no tienen ninguna conciencia de estas sacudidas. Los despertares frecuentes, sueño no reparador y la somnolencia diurna son los síntomas principales.
Síndrome de las piernas inquietas: La persona siente una fuerte sensación de hormigueo en las pantorrillas cuando se sientan o se estiran. Las disestesias raramente resultan dolorosas, pero son muy molestas y por tanto, interfieren en el sueño. El síndrome no está limitado al sueño, ya que puede impedir quedarse dormido. Aparece con mayor frecuencia en la mediana edad y se observa en el 5% de la población.
Síndrome de Kleine-Levin: Es un trastorno relativamente raro consistente en períodos recurrentes de sueño prolongado con períodos intercalados de sueño normal y despertar. Los períodos de vigilia suelen estar marcados por retraimiento social y vuelta a la cama en la primera oportunidad; no obstante, el paciente puede mostrar apatía, irritabilidad, confusión, hiperfagia, desinhibición sexual, delirios, alucinaciones, desorientación, lenguaje incoherente, excitación o depresión, y crueldad. El síndrome de Kleine-Levin, es poco frecuente.
Las PARASOMNIAS incluyen los terrores nocturnos, las pesadillas, el sonambulismo y las parasomnias no especificadas.
Los denominados TERRORES NOCTURNOS, se suelen presentar en niños en forma de súbito espanto, con la expresión mímica correspondiente (ojos abiertos, gestos desencajados), gritos y una actitud general de alarma. Los niños se conducen como desorientados. Pasada la crisis se reanuda el sueño, habiendo amnesia posterior total o parcial. Los Terrores Nocturnos aparecen en el transcurso del sueño, duran desde unos minutos hasta media hora y van seguidos de amnesia. Casi dos terceras partes ocurren durante el primer período del sueño No R.E.M. (sin movimiento ocular rápido), o sea, poco después de haberse dormido. Cercanos a estos Terrores Nocturnos y Pesadillas (que son interrupciones críticas del dormir) estarían los llamados MIEDOS NOCTURNOS que padecen algunos niños muy angustiados cuando llega la noche y se disponen a dormir.
PESADILLAS: Una pesadilla es un sueño largo y atemorizante del cual uno se despierta asustado. Como los otros sueños, las pesadillas casi siempre ocurren durante el sueño REM (movimiento ocular rápido).
El SONAMBULISMO (deambulación automática e involuntaria), como lo describe Honorio Delgado, consiste en una disociación en la que el individuo, sin despertar, realiza una actividad motriz a veces compleja y bien coordinada, con acciones y eventualmente expresiones verbales, no produciéndose el despertar sino con estímulos intensos y siendo seguida de amnesia de lo ocurrido. El trastorno consiste en una secuencia de conductas complejas que se inician en el primer tercio de la noche durante el sueño profundo NREM, y con frecuencia, aunque no siempre, hace –sin que se tenga plena conciencia de ello o se recuerde posteriormente el episodio- que el paciente se levante de la cama y camine. A veces ejecuta movimientos perseverativos, como caminar, vestirse, ir al baño, hablar, gritar e incluso conducir. La conducta a veces termina en un despertar con unos minutos de confusión; frecuentemente, la persona vuelve a dormirse y no recuerda el episodio de sonambulismo. Éste suele empezar entre los 4 y 8 años de edad. La máxima prevalencia se establece alrededor de los 13. El trastorno es más común entre los chicos que entre las chicas, y un 15% de todos los niños tienen algún episodio ocasional.
Y termino ésta sinopsis, con la PARASOMNIA NO ESPECIFICADA, donde podemos observar cinco tipos:
El Bruxismo: Consiste en el frotamiento de los dientes, unos contra otros, produciendo un sonido característico (rechinan). El trastorno no suele ser percibido por el sujeto, excepto por el dolor mandibular ocasional que puede sentirse por las mañanas.
El Trastorno de la conducta durante el sueño REM: Consiste en un trastorno crónico y progresivo observado principalmente en hombres. Se caracteriza por la pérdida de atonía muscular durante el sueño REM y el desarrollo subsiguiente de conductas violentas y complejas.
La Somniloquia: Este trastorno es común en niños y adultos. La charla suele incluir algunas palabras que son difíciles de entender. Los episodios prolongados de somniloquia (hablar durante el sueño), suelen incluir la explicación de vivencias y preocupaciones del sujeto, pero estas personas no están relatando sus sueños, ni están revelando secretos.
El Cabeceo relacionado con el sueño (Jactatio Capitis Nocturna): Con este nombre se describe una conducta que consiste el golpearse la cabeza y, con menos frecuencia, todo el cuerpo. Normalmente se observa en el período que precede inmediatamente al sueño y se mantiene durante el sueño ligero o superficial.
Y la citada anteriormente, Parálisis del sueño: Este trastorno se caracteriza por la súbita incapacidad para ejecutar movimientos voluntarios o bien al inicio del sueño, o bien al despertar durante la noche o por la mañana.



*Psiquiatra, Director del Instituto Canario de Psiquiatría (ICAPSI) y Presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Social (SEPPS).





BIBLIOGRAFÍA
• ACTA. Psiquiátrica y Psicológica de América Latina. Volumen 57 - Nº4. Diciembre 2011. Las alteraciones en el sueño.
• Delgado, Honorio (1969). Curso de Psiquiatría. Ed. Científico-Médica, 5ª ed., Barcelona.
• Doucet, J.; Kerkhofs, M. Enciclopedia Médico Quirúrgica. Psiquiatría 2011. Exploración del sueño en el adulto.
• Kaplan, Harold I.; Sadock, Benjamin J.; Grebb, Jack A. Sinopsis de Psiquiatría. Ciencias de la conducta. Psiquiatría clínica. 7ª Edición. Ed. Médica Panamericana.
• López Sánchez, José María y col. Compendio de Psicopatología. 4ª Edición. Círculo de Estudios Psicopatológicos. 1996.

30 de enero de 2012


"Origen y Consecuencias en el Síndrome del Desgaste Profesional-Burn Out-"



Una revisión a la ortodoxia



Miguel Duque Pérez-Camacho*



El término "Burn out" procede del inglés y se traduce en castellano por "estar quemado". A mediados del año 74 el psiquiatra Herbert Freudenberger describió el síndrome Burn out, aunque no con tal nombre, como una patología psiquiátrica que experimentaban algunos profesionales que trabajaban en algún tipo de institución cuyo objeto de trabajo son personas.


El psiquiatra trabajaba en una clínica de Nueva York y observó como la gran mayoría de los voluntarios que trabajaban con toxicómanos, en un periodo determinado -normalmente un año-, sufrían de forma progresiva una pérdida de energía, hasta llegar al agotamiento, síntomas de ansiedad y depresión así como desmotivación en su trabajo y agresividad con los pacientes.
Herbert Freudenberger lo definió como “una sensación de fracaso y una experiencia agotadora que resulta de una sobrecarga por exigencias de energía, recursos personales o fuerza espiritual del trabajador.

En las mismas fechas (1974), la psicóloga social Cristina Maslach utilizó el término Burn out, empleado hasta entonces por los abogados californianos para describir el proceso gradual de pérdida de responsabilidad profesional y desinterés cínico entre compañeros de trabajo, para referirse a un conjunto de respuestas emocionales que afectaban a los profesionales de ayuda. Determinó que los afectados sufrían " sobrecarga emocional" o síndrome de Burn out y lo definió como "síndrome de agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal que puede ocurrir entre individuos cuyo trabajo implica atención o ayuda a personas".

Cristina Maslach (1976) estudió lo que denominaba "pérdida de responsabilidad profesional", así, desde el ámbito psicosocial, describía el síndrome sin estigmatizar psiquiátricamente a la persona. Para Maslach el síndrome de burnout se puede dar exclusivamente en las profesiones de ayuda (por ejemplo, entre los sanitarios y educadores que prestan servicio al público). En 1986, Maslach y Jackson, define el síndrome como "un síndrome de agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal, que puede ocurrir entre individuos que trabajan con personas."

En 1988 Pines y Aronson proponen una definición más amplia, no restringida a las profesiones de ayuda: "Es el estado de agotamiento mental, físico y emocional, producido por la involucración crónica en el trabajo en situaciones con demandas emocionales".
Brill, otro investigador de esta área, lo entiende como un estado disfuncional relacionado con el trabajo en una persona que no padece otra alteración psicopatológica significativa.
La literatura nos ofrece al menos diecisiete denominaciones diferentes en castellano para el fenómeno, si bien algunas de ellas presentan una gran similitud. Considerando ese grado de similitud, las denominaciones pueden ser clasificadas en tres grupos.

-Un primer grupo recogería las denominaciones que toman como referencia para la denominación en castellano el término original anglosajón burnout. En este grupo de denominaciones se habla de:
• Síndrome de quemarse por el trabajo (Gil-Monte y Peiró, 1997)
• Síndrome de estar quemado en el trabajo (Salanova y colaboradores, 2000)
• Síndrome de quemarse en el trabajo (Guillén y Santamaría, 1999; Manassero, 2000)
• Síndrome de estar quemado (Da Silva y colaboradores, 1999)
• Síndrome del quemado (Chacón y colaboradores, 1999)
• Estar quemado (Olmeda y colaboradores, 2002)
• Quemazón profesional (Aluja, 1997)
-Un segundo grupo recoge aquellas denominaciones que optan por una vía alternativa a la traducción literal. Son denominaciones que se caracterizan por tomar como referencia el contenido semántico de la palabra, o el contenido de la patología, en lugar de una traducción más o menos literal del término anglosajón:
• Desgaste psicológico por el trabajo (García, Sáez y Llor, 2000)
• Desgaste ocupacional (López, 1996)
• Desgaste profesional (Arón y colaboradores, 2000)
• Agotamiento profesional (Belloch y colaboradores, 2000)
• Síndrome de cansancio profesional (Belloch y colaboradores, 2000)
-Por último, un tercer grupo recogería aquellos estudios en los que se considera que el síndrome de quemarse por el trabajo es sinónimo de estrés laboral, y por tanto es posible denominarlo como:
• Estrés crónico laboral asistencial (Manzano, 2001),
• Estrés laboral asistencial (Arranz, Torres, Cancio y Hernández, 1999),
• Estrés profesional (Aluja, 1997)
• Estrés laboral (Fuertes et al., 1997; García et al., 1999)

El número de denominaciones se puede ampliar a diecinueve al incluir la denominación “síndrome del empleado” ofrecida en la página web de la Universidad de California y la denominación “enfermedad de Tomás o síndrome de Tomás” (Meeroff, 1997; Mingote y Pérez, 1999; Tarela, 2002). Éste, no es un SDP genuino porque el Dr. Tomás, personaje de la “Insoportable levedad del ser” del checo Milan Kundera, que trabaja en la Sanidad Pública, lo que desea es llegar a la Sanidad Privada para ganar prestigio y enriquecerse.

Una vez que está afectado el trabajador, si no es con una intervención externa de cambio de las condiciones que han motivado esa alteración, de protección, de ayuda o mediante un reajuste laboral, no conseguirá recuperar su salud. El SDP no se da como consecuencia de un salario insuficiente, o de incompetencia por falta de conocimientos, o debido a las dificultades físicas, ni es consecuencia de cualquier trastorno mental existente.

En mi opinión, estos trabajadores sanitarios no han sido gratificados verbalmente por la empresa, la organización, los superiores jerárquicos ni los familiares de los pacientes que no han valorado su entrega, entusiasmo, rendimiento y en ocasiones sacrificio.


Conclusiones para delimitar el concepto de SDP:

•El burnout es consecuencia de la exposición a estresores laborales. Esta interacción del trabajador con unas determinadas condiciones laborales de riesgo puede provocar el síndrome, siendo, por tanto, una consecuencia sobre la salud en la persona que se deriva del trabajo.
•Es preciso que en el desarrollo del trabajo se dé un intercambio relacional intenso y duradero de trabajador - cliente, trabajador-paciente o trabajador-usuario. Esta respuesta se caracteriza más en trabajos de "servicios humanos" de ayuda. No obstante, se ha identificado en otros profesionales como directivos, mandos intermedios, deportistas, entrenadores, etc.
•La comunidad científica acepta conceptualmente el planteamiento empírico de la tridimensionalidad del síndrome (Maslach y Jackson, 1981), que se síntomatiza en cansancio emocional, despersonalización y reducida realización personal.
•Los conceptos de estrés y burnout son constructos diferentes.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el estrés como el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara el organismo para la acción.

Selye precisa: “Mientras que el estrés representa la suma de las modificaciones inespecíficas que se producen en el organismo en un momento cualquiera, el síndrome general de adaptación (SGA) engloba todas las modificaciones inespecíficas que se desarrollan en el tiempo, durante la exposición continua a los ataques de un factor estresante”.
El SGA se desarrolla progresivamente en tres fases: reacción de alarma, fase de resistencia y fase de agotamiento.

Factores de riesgos a nivel de organización: Estructura de la organización muy jerarquizada y rígida, Falta de apoyo instrumental por parte de la organización, Exceso de burocracia, "burocracia profesionalizada", Falta de participación de los trabajadores, Falta de coordinación entre las unidades, Falta de formación práctica a los trabajadores en nuevas tecnologías, Falta de refuerzo o recompensa, Falta de desarrollo profesional, Relaciones conflictivas en la organización, Estilo de dirección inadecuado y Desigualdad percibida en la gestión de los RRHH.

Factores de riesgo relativos al diseño del puesto de trabajo: Sobrecarga de trabajo, exigencias emocionales en la interacción con el paciente, Descompensación entre responsabilidad y autonomía, Falta de tiempo para la atención del usuario (paciente, cliente, subordinado, etc.), Disfunciones de rol: conflicto-ambigüedad- sobrecarga de rol, Carga emocional excesiva, Falta de control de los resultados de la tarea, Falta de apoyo social, Tareas inacabadas que no tienen fin, Poca autonomía decisional, Estresores económicos e Insatisfacción en el trabajo.

Factores de riesgo relativos a las relaciones interpersonales: Trato con usuarios difíciles o problemáticos, Relaciones conflictivas con clientes, Negativa dinámica de trabajo, Relaciones tensas, competitivas, con conflictos entre compañeros y con usuarios, Falta de apoyo social, Falta de colaboración entre compañeros en tareas complementarias, Proceso de contagio social del SDP y Ausencia de reciprocidad en los intercambios sociales.

La investigación sobre el SDP creció de manera espectacular en España durante la década de los noventa. El interés por el estudio de este fenómeno, que se inició en la literatura psicológica y psiquiátrica en Estados Unidos a mediados de los años de 1970 (Freudenberger, 1974, 1975), lejos de parecer agotado, se proyecta hacia este nuevo siglo.

El SDP es un proceso que surge como respuesta al estrés laboral crónico y, por tanto, es un fenómeno que está vinculado a la aparición de riesgos psicosociales en el trabajo. Este fenómeno puede ser catalogado como el resultado de un proceso de acoso psicosocial en el trabajo.

Existen dos interrogantes que se plantean con frecuencia cuando se habla sobre el origen del término y del fenómeno de quemarse por el trabajo:
a) ¿Se trata de una patología nueva o ya existía antes de la década de los setenta?
b) ¿El SDP se da sólo en profesionales de ayuda o se puede desarrollar también en otro tipo de trabajadores?

Es cierto que en ocasiones se caracteriza el SDP como una patología emergente y se alude a él como uno de los nuevos riesgos psicosociales del trabajo, este fenómeno no es nuevo en el mundo laboral.

Con el SDP ha ocurrido algo similar a lo ocurrido con la obesidad. El fenómeno siempre ha estado ahí, puede que siempre hayan existido personas afectadas por el SDP, y no sería de extrañar que esto sea así desde que el trabajo se configuró como un fenómeno colectivo y social. A lo largo del siglo pasado se realizaron descripciones del fenómeno, tanto en la literatura científica (Schwartz y Hill, 1953) como en la literatura popular de carácter no científico, que incluso lo denominó con el término científico que tiene en la actualidad (Greene, 1961). Han sido necesarios una serie de cambios sociales, culturales y organizacionales, en el mundo del trabajo, como se expone más adelante, para que el fenómeno “salga del armario” y para que se le haya otorgado el calificativo, con frecuencia desmedido, de “epidemia”.

En relación a la segunda cuestión que con frecuencia se plantea, hay que decir que el SDP no es una patología exclusiva de los profesionales de ayuda, o del sector servicios.

Cuando se revisa la literatura sobre el SDP, se comprueba que la mayoría de los estudios se han realizado con muestras de profesionales de la educación y profesionales de la salud.

Si además consideramos que el SDP puede llegar a contagiarse (por ejemplo, mediante procesos de aprendizaje social o por cualquier mecanismo de influencia social), con toda probabilidad la difusión del fenómeno será mayor que entre otros colectivos con menor número de individuos, o en los que éstos se encuentran más dispersos dentro de la organización. No obstante, hay estudios en los que se concluye sobre la presencia de niveles relevantes del síndrome en colectivos como mujeres de trabajadores (Westman, Etzion y Danon, 2001), vendedores (Klein y Verbeke, 1999), ingenieros y técnicos y deportistas.

Incluso se han elaborado versiones de cuestionarios para estimar el síndrome en profesionales que no pertenecen al sector servicios.

Cualquier profesional o trabajador con una gran vocación, que se entrega a su profesión, con altos niveles de idealismo profesional y que desarrolla su trabajo centrado en el trato hacia los demás puede desarrollar el SDP. Se podría afirmar que “todo trabajador que se enciende con su trabajo puede llegar a quemarse”.El interés que el fenómeno ha despertado en el mundo académico se plasma en la frecuencia con la que se organizan reuniones científicas para debatir sobre el tema, o en la frecuencia con que se presentan estudios en congresos internacionales y nacionales. Estos estudios con indicador del protagonismo que ha alcanzado en el seno de la psicología e incluso de la medicina.

Según los estudios de Freudenberger este síndrome sería contagioso, ya que los trabajadores que lo padecen pueden afectar a los demás con su hastío, desesperación y cinismo, con lo que en un corto período de tiempo la organización, como entidad, puede caer en el desánimo generalizado.
Otros autores como Savicki, Seidman y Zager formulan la posibilidad de que genere efectos epidémicos.


Aspectos en los que se manifiesta el Burn Out

Psicosomáticos:
-Manifestaciones mentales: sentimientos de vacío, agotamiento, fracaso, impotencia, baja autoestima y pobre realización personal. También es frecuente el estado de nerviosismo, inquietud, dificultad para la concentración y una baja tolerancia a la frustración, con comportamientos paranoides y/o agresivos hacia los alumnos y sus familias, compañeros y la propia familia.
-Manifestaciones físicas: cefaleas, insomnio, algias osteomusculares, alteraciones gastrointestinales, taquicardia.

Conductuales:

-Predominio de hábitos adictivos (tabaco, alcohol, drogas) y también de tácticas para evitar situaciones desagradables que suele derivar en un bajo rendimiento y como medida más extrema en el absentismo laboral. Las conductas violentas suelen ser muy frecuentes.

Emocionales:

-Distanciamiento afectivo como forma de protección del yo, aburrimiento y actitud cínica, impaciencia e irritabilidad, desorientación, sentimiento de impotencia, incapacidad de concentración y sentimientos depresivos.

Clima laboral:

-Baja productividad laboral y descenso en la calidad de los servicios que presta a los clientes, aumento de interacciones hostiles, frecuentes conflictos interpersonales en el ámbito del trabajo y dentro de la propia familia, comunicaciones deficientes.


Tipos

Gillespie diferenció dos tipos de Burn out que surgen precisamente por la ambigüedad en la conceptualización del síndrome:
-Burn out activo: Se caracteriza por el mantenimiento de una conducta afirmativa. Se relaciona con los factores de organización o elementos externos a la profesión
-Burn out pasivo: Predominan los sentimientos de retirada y apatía. Tiene que ver con factores internos psicosociales.
Recordemos el síndrome tridimensional caracterizado por agotamiento emocional, despersonalización y reducida realización personal de Maslasch y Jackson.
-El agotamiento emocional y físico se caracteriza por una ausencia o falta de energía, entusiasmo y un sentimiento de escasez de recursos. A estos sentimientos pueden sumarse los de frustración y tensión en los trabajadores que se dan cuenta que ya no tienen condiciones de gastar más energía.
-La despersonalización o deshumanización se caracteriza por tratar a los clientes, compañeros y la organización como objetos. Los trabajadores pueden demostrar insensibilidad emocional, un estado psíquico en que prevalece el cinismo o la disimulación afectiva, la crítica exacerbada de todo su ambiente y de todos los demás.
-La disminución de la realización personal en el trabajo que se caracteriza como una tendencia del trabajador a autoevaluarse de forma negativa. Las personas se sienten infelices consigo mismas, insatisfechas con su desarrollo profesional, experimentan una declinación en el sentimiento de competencia y de éxito en su trabajo y en su capacidad de interactuar con las personas.


Fases del Burn Out
Jerry Edelwich y Archie Brodsky (1980) definen el burn out "como una perdida progresiva del idealismo, energía y motivos vividos por la gente en las profesiones de ayuda, como resultado de las condiciones de trabajo".

Proponen cuatro fases por las cuales pasa todo individuo con burn out:
Etapa de idealismo y entusiasmo: El individuo posee un alto nivel de energía para el trabajo, expectativas poco realistas sobre él y aún no sabe lo que puede alcanzar con éste. La persona se involucra demasiado y existe una sobrecarga de trabajo voluntario. Al comienzo de su carrera existen bastantes motivaciones intrínsecas. Hay una hipervalorización de su capacidad profesional que le lleva a no reconocer los límites internos y externos, algo que puede repercutir en sus tareas profesionales. El incumplimiento de expectativas le provoca, en esta etapa, un sentimiento de desilusión que hace que el trabajador pase a la siguiente etapa.
Etapa de estancamiento: Supone una disminución de las actividades desarrolladas cuando el individuo constata la irrealidad de sus expectativas, ocurriendo la pérdida del idealismo y del entusiasmo. El individuo empieza a reconocer que su vida necesita algunos cambios, que incluyen necesariamente el ámbito profesional.
Etapa de apatía y frustración: Es la fase central del síndrome burn out. La frustración de las expectativas lleva al individuo a la paralización de sus actividades, desarrollando apatía y falta de interés. Empiezan a surgir los problemas emocionales, conductuales y físicos. Una de las respuestas comunes en esta fase es la tentativa de retirada de la situación frustrante. Se evita el contacto con los compañeros, hay faltas al trabajo y en muchas ocasiones se da el abandono de éste y en los casos más extremos de profesión. Estos comportamientos empiezan a volverse constantes abriendo el camino para la última etapa de burn out, la del distanciamiento.

Etapa de distanciamiento: La persona está crónicamente frustrada en su trabajo, ocasionando sentimientos de vacío total que pueden manifestarse en la forma de distanciamiento emocional y de desvalorización profesional. Hay una inversión del tiempo dedicado al trabajo con relación a la primera etapa. En el lugar del entusiasmo e idealismo profesional la persona pasa a evitar desafíos y pacientes de forma bastante frecuente y trata sobre todo de no arriesgar la seguridad del puesto de trabajo. Hay un colapso emocional y cognitivo.



Causas

El Burn out surge como consecuencia de situaciones estresantes que provocan que el individuo esté más predispuesto a padecerlo. El estrés suele tener carácter laboral, primordialmente, ya que la interacción que el individuo mantiene con los diversos condicionantes del trabajo son la clave para la aparición del burn out.
Las actuaciones que desencadenan la aparición de este síndrome suelen ser intensas y/o duraderas, porque el burn out se conceptualiza como un proceso continuo que se manifiesta de una manera paulatina y que va interiorizando el individuo hasta provocar en éste los sentimientos propios del síndrome.

Existen determinados factores que propician el burn out: la naturaleza de la tarea, la variable organizacional e institucional, la variable interpersonal (colegas, familia, amigos, redes de apoyo social) y la variable individual (características del profesional como edad, sexo, experiencia, rasgos de personalidad).


Consecuencias del Burn Out

El concepto más importante es que el Burn-out es un proceso (más que un estado) y es progresivo (acumulación de contacto intenso con consultantes). El proceso incluye: 1. Exposición gradual al desgaste laboral, 2. Desgaste del idealismo y 3. Falta de logros.
Además existen una serie de efectos provocados por éste fenómeno:
-Afecta negativamente la resistencia del trabajador, haciéndolo más susceptible al desgaste por empatía.
-Favorece la Respuesta Silenciosa (Danieli, 1984, Baranowsky 1997) que es la incapacidad para atender a las experiencias de los consultantes, que resultan abrumadoras.
-Gradualmente el cuadro se agrava en relación directa a la magnitud del problema, inicialmente los procesos de adaptación protegen al individuo, pero su repetición les agobia y a menudo agota, generando sentimientos de frustración y conciencia de fracaso, existiendo una relación directa entre la sintomatología, la gravedad y la responsabilidad de las tareas que se realizan.
-El sentirse usado, menoscabado o exhausto debido a las excesivas demandas de energía, fuerza o recursos personales, crea además intensas repercusiones en la persona y en su medio familiar.
-Estados de fatiga o frustración son el resultado de la devoción a una causa, estilo de vida, o relación que fracasó al intentar obtener una recompensa esperada.
- La progresiva pérdida del idealismo, de la energía y el propósito que experimentan muchos profesionales que trabajan ayudando a otras personas son el resultado de sus condiciones de trabajo.
- El síndrome de agotamiento, es el último paso en la progresión de múltiples intentos fracasados de manejar y disminuir una variedad de situaciones laborales negativas.
La lista de síntomas psicológicos que puede originar este síndrome es extensa, pudiendo ser leves, moderados, graves o extremos.
Uno de los primeros síntomas de carácter leve pero que sirve de primer escalón de alarma es la dificultad para levantarse por la mañana o el cansancio patológico, en un nivel moderado se presenta distanciamiento, irritabilidad, cinismo, fatiga, aburrimiento, progresiva pérdida del idealismo que convierten al individuo en emocionalmente exhausto con sentimientos de frustración, incompetencia, culpa y autovaloración negativa.
Los graves se expresan en el abuso de psicofármacos, absentismo, abuso de alcohol y drogas, entre otros síntomas. Es la repetición de los factores estresantes lo que conforma el cuadro de crónico, que genera baja de la autoestima, un estado de frustración agobiante con melancolía y tristeza, sentimientos de impotencia, pérdida, fracaso, estados de neurosis, en algunos caso psicosis con angustia y/o depresión e impresión de que la vida no vale la pena, llegando en los casos extremos a ideas francas de suicidio.


Medidas de prevención

La mayoría de los autores (Byrne, Maslach, Huberman…) coinciden en que la prevención es un aspecto fundamental para solucionar los efectos que produce el Burn Out. El trabajo preventivo afecta a decisiones políticas y económicas existiendo un posicionamiento poco realista de las administraciones respecto a la situación actual de la educación.
Las medidas de prevención se pueden clasificar en tres apartados según sea la forma de aplicación:
A) Estrategias de intervención individuales:
Las técnicas paliativas se centran en reducir la experiencia emocional del estrés provocado por diversos factores que se tienen en cuenta actuando sobre ellos. Dentro del ámbito educativo existen diversos métodos:

-Cognitivo-conductual: Enseñan a desconectar del trabajo y separan la vida personal y familiar de la laboral, utilizando técnicas para mejorar la ejecución del trabajo intentando conseguir la mayor efectividad en el mínimo tiempo posible. Algunos autores proponen entrenamientos basados en la retirada de la atención, programas de refuerzos, time out, control de contingencias, autoreforzamiento y evitación o la utilización de contingencias adecuadas, análisis de tareas, reforzamientos progresivos y control de problemas en clase.
-Orientación psicodinámica: Es una metodología poco utilizada pero hay que destacar el trabajo de Andrianopoulos sobre psicoeducación y asesoramiento. También, aparecen en la literatura técnicas de tipo físico que actúan sobre los efectos fisiológicos del estrés y del Burn out (insomnio, taquicardia, inquietud psicomotora y otras respuestas psicosomáticas propias de la ansiedad) como por ejemplo, la propuesta de Travers y Cooper de hacer ejercicio físico, yoga, relajación y viajes.
Estas técnicas no se utilizan de manera sistemática ni tampoco con la rigurosidad científica con colectivos de profesores, es más, algunas técnicas psicológicas que se presentan aparecen en la literatura como potenciales reductoras de estrés y ansiedad acogiéndose a los resultados obtenidos con poblaciones clínicas; sin embargo, no se han realizado estudios serios en los que se apliquen de forma individual o grupal en el ámbito docente, quizás por las dificultades metodológicas que implica su realización.
B)Estrategias de intervención grupales
C)Estrategias de intervención organizacionales


¿Se puede tratar?

La principal dificultad para el tratamiento es la resistencia de los médicos para admitir ellos mismos problemas emocionales y adoptar el rol del paciente (peores pacientes). Además por ser pacientes especiales, reciben un tratamiento de peor calidad, así como menos tiempo de seguimiento que los pacientes no sanitarios.
Actualmente se considera una enfermedad profesional. Es responsabilidad compartida, individual, colegial e institucional, la tarea de mejorar las condiciones de trabajo del personal sanitario para realizar la tare clínica a un nivel óptimo de calidad y de eficiencia. Existe un proyecto programa de ayuda al médico enfermo, canalizado a través de los colegios de médicos.
Los dos métodos terapéuticos más eficaces que se conocen son, las técnicas cognitivas conductuales y la psicoterapia. Ambas, por su complejidad, precisan del Psiquiatra y psicólogo.


Tratamiento

No existe ningún tratamiento específico para el síndrome de “burn out”, ni tampoco una estrategia simple de prevención. Las terapias que se utilizan van encaminadas a restablecer la salud psicológica del afectado y recuperar el rendimiento laboral y se basan en el control del estrés, el ensayo conductual y la potenciación del autocontrol. En ocasiones, es necesario un breve período de baja laboral y en los casos más graves hay que recurrir a los fármacos antidepresivos.
La solución más eficaz para prevenir este síndrome pasaría por el establecimiento de cursos de formación destinados a aumentar la competencia psicosocial, los recursos emocionales del profesional y el fortalecimiento de la salud psicológica de los empleados.
En el año 2010, el Colegio Oficial de Médicos de Santa Cruz de Tenerife, toma en consideración el SDP y pone en marcha el Programa de Prevención del Riesgo Psicosociolaboral que engloba tres programas o subprogramas diferenciados aunque relacionados:
A) Programa de desarrollo profesional y humano del MIR;
B) Programa de Bienestar Laboral del Médico (PROBILA): En este programa, los objetivos y contenidos formativos coinciden con los del programa de desarrollo profesional del MIR.
Objetivos del programa: 1) Proporcionar estrategias para el afrontamiento de situaciones de estrés relacionadas con su trabajo asistencial que pueda interiorizar e integran a lo largo de toda su práctica médica. 2) Prevenir la aparición de situaciones de burn out y desencanto profesional. 3) Mejorar sus herramientas de comunicación y gestión de conflictos tanto con los pacientes como con otros profesionales. 4) Sensibilizar acerca de la importancia del auto cuidado de la salud y propiciar modos de conseguirlo.
C) Programa de intervención clínica en estudiantes del MIR de la Academia MIR del OMC.


Para concluir, personalmente me inclino por usar el término diagnóstico “SÍNDROME DEL DESGASTE PROFESIONAL”, en lugar de Síndrome del quemado. En primer lugar, para evitar equívocos que podrían dar lugar al de las secuelas psicofísicas de los damnificados por acción del fuego o agentes químicos. Y en segundo lugar, para impedir en la medida de lo posible, introducir en el lenguaje coloquial, términos médicos que pueden perder su verdadero sentido etimológico vulgarizando su uso y abuso malintencionado.




*Psiquiatra, Director del Instituto Canario de Psiquiatría (ICAPSI) y Presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Social (SEPPS).



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