24 de marzo de 2010

Terror en Tenerife: Vuelos KLM 4805 y PAA 1736. Una tragedia imposible

Segunda parte

Definición

CATASTROFE: es un suceso infausto que altera gravemente el orden regular de las cosas y es sinónimo de cataclismo y desastre.

Las catástrofes se clasifican en:

-NATURALES : Geológicas, Climáticas , Bacteriológicas y Animales.

-TECNOLÓGICAS :Incendios, Inundaciones, Accidentes de circulación y Accidentes ferroviarios.

-AÉREOS: Navales y Submarinos.

-DE GUERRA: Bombardeo, Acción química, Nuclear, Invasión de un país y Campos de minas …

-SOCIALES: Terrorismo social, Hambre, Secuestros y Revueltas.


En los diferentes tipos de catástrofe hay numeroso factores que pueden propiciar el suceso (fallos mecánicos, geología, climatología, etc.), sin embargo hay un elemento diferencial entre todos éstos, y ese elemento es la acción del hombre. Puede ser indirectamente, por ejemplo, en un accidente aéreo, pueden existir causas mecánicas de la aeronave, que no haya sido revisada correctamente por los mecánicos, o bien un error de lectura de las cartas de navegación o NO ATENDER A LAS INSTRUCCIONES DE UNA TORRE DE CONTROL.


Tradicionalmente las catástrofes se definen por cuatro criterios:

- 1. Un evento destructor nefasto (en general súbito y brutal);
- 2. Con gran cantidad de víctimas (muertos, heridos, conmocionados, quemados, etc.);
- 3. Con destrucciones materiales importantes;
- 4. Que excede (o al menos ocupa íntegramente) los medios de auxilio locales
- y L. Crocq añade un quinto criterio, tal vez esencial: “provoca una desorganización social importante”.

En toda catástrofe, más allá de las consecuencias individuales, la sociedad en su totalidad, se ve afectada en su fisiología de gran organismo, lesionado en su organización y su vida colectiva. Por otro lado, cada individuo se ve afectado no sólo en su “Yo personal”, original y singular, sino también en su sentimiento de pertenencia a la comunidad, en su “Yo social”.

Además de las destrucciones y lesiones somáticas, las catástrofes provocan obligatoriamente un choque emocional y - aunque puede ser transitoria – una lesión psíquica. En este sentido, puede afirmarse que todas las víctimas de catástrofes, heridos somáticos o sobrevivientes sin lesión física, son “heridos psíquicos” y deben tratarse. Puede ocurrir también que los testigos, no afectados directamente por la catástrofe, las familias y amigos que acuden a prestarles auxilio e incluso los socorristas, los servicios sociales, el personal de atención médica y los organizadores, sufran también un choque emocional generador de síntomas más o menos intensos, molestos y duraderos. Noto propuso el término de “involucrados”, para designar este grupo de familias y de personal implicado de cerca en la catástrofe.


En Tenerife las emisoras de radio pedían sangre y ayuda, sin decir más y muchos acudían sin saber muy bien qué hacer o a quien dirigirse, el desconcierto era total. Aún así los traslados, las donaciones de sangre y las ayudas de sanitarios y particulares se realizaron con rapidez y eficacia. Los 68 supervivientes, todos ellos heridos, fueron trasladados a los centros hospitalarios de la isla, de ellos murieron nueve a consecuencia de las heridas. La solidaridad del pueblo tinerfeño fue notable así como la inmediata colaboración de la clase médica. Aún así los médicos tuvieron más trabajo en los embalsamientos que en los heridos, ya que aunque fueron trasladados a centros hospitalarios, en ellos casi nadie hablaba inglés, y no se tomo ninguna información de la que exista constancia. A los heridos se les identificaba por medio de un esparadrapo en la frente con un número y fueron evacuados por la Pan Am antes de las 48 horas de vuelta a su país de origen. Entonces mucho menos se podría esperar una actuación estandarizada tipo intervención ante una catástrofe.

Muy poca información nos llega del estado psíquico de los heridos, como hemos dicho, no se recogió constancia de ello ni intervino el servicio de psiquiatría, se asumió como un hecho totalmente físico y como tal sin implicaciones o actuaciones pertinentes a nivel de la “intervención en crisis” descrita hoy en día.

Aunque no encontré en las fuentes con las que hablé ni en las hemerotecas datos sobre el controlador aéreo, sospecho que pasó un estrés de responsabilidad específico en médicos, enfermeras y controladores aéreos, o probablemente por una depresión situativa. Más adelante debido a la presión y a las sospechas de las que fue victima, vivenció un síndrome de estrés postraumático.

Tras un trauma y contemplando la individualidad del ser humano veremos al sujeto entrar en una serie de fases en las que parecería que su vitalidad tras el suceso se ha desvanecido, estas son:

- Fase de shock o Reacción de estrés normal.

Moviliza procesos biológicos y fisiológicos bien conocidos actualmente: liberación de endorfinas, incremento de las defensas inmunitarias, cascada de informaciones y órdenes - por vía nerviosa o por vía humoral – entre los órganos sensoriales, la corteza cerebral, los centros mesencefálicos, el sistema nervioso neurovegetativo, la hipófisis, las suprarrenales y los efectores fisiológicos.

Junto a estos aspectos fisiológicos, el psiquiatra debe conocer aún más los aspectos psicológicos de la reacción de estrés: el estrés focaliza la atención, moviliza la energía e incita a la acción.
La reacción de estrés normal es una reacción útil, adaptativa, que inspira al individuo las decisiones y las conductas propicias para sustraerlo del peligro o para ayudar a los otros a evitarlo.

- Fase de inhibición o Reacción de estrés anormal.

Se distinguen cuatro reacciones:

La primera es la reacción de sideración, que deja al individuo perplejo desde el punto de vista cognitivo, estuporoso desde el punto de vista afectivo y paralizado desde el punto de vista motor.


La segunda es la agitación incoordinada y estéril.


La tercera es la huida por pánico, en la cual el individuo encuentra también la liberación de un exceso de tensión psíquica insoportable en la acción impulsiva.


La cuarta reacción, menos conocida, aunque más frecuente, es la acción automática: el individuo en estado de choque y desconcierto es incapaz de deliberar para escoger la mejor solución y ejecuta como un autómata los gestos y secuencias de gestos que se le ocurren espontáneamente o que copia de sus vecinos.

- Fase de Restauración:

El cuadro psicopatológico más común, vivido como reacción a una situación de catástrofe, es el trastorno por estrés postraumático (DSM-IV-TR F 43.1) denominación estadounidense, llamado anteriormente neurosis traumática; los síntomas más característicos los resume de manera muy didáctica el Profesor Alonso-Fernández siendo estos la:


a) Alexitimia (apatía o desinterés, pérdida de la expresividad de las emociones, distanciamiento de los demás)

b) Reviviscencia del trauma (recuerdo repetidos relacionados con el trauma, pesadillas nocturnas del mismo tema) y


c) Simpaticotonía (taquicardia, sudoración, insomnio).

Aparentemente el trastorno es más grave y duradero cuando el factor estresante es de origen humano.
Como sintomatología asociada es fácil encontrar síntomas de ansiedad, depresión. Hay un aumento de la irritabilidad que puede asociarse con explosiones esporádicas e impredecibles de conducta agresiva bajo la presión de provocaciones mínimas o incluso sin ellas.


La incapacitación puede ser ligera o afectar prácticamente a todos los aspectos de su vida. La evitación fóbica de las situaciones o actividades que recuerdan o simbolizan el traumatismo original, dando lugar a una incapacitación laboral o recreativa. Además la anestesia emocional puede interferir en la vida familiar y de pareja.

En diferentes países se han creado “equipos medicopsicológicos de urgencias” que actúan inmediatamente en el sitio de la catástrofe, adaptando los procedimientos norteamericanos del debriefing (o “examen psicológico del evento”) y se han organizado consultas especializadas en psicotraumatología. Esto refleja el interés suscitado por problemas específicos y la respuesta a necesidades que no eran cubiertas anteriormente por los sistemas de salud.

En los momentos que suceden a una situación de crisis, una correcta intervención de los equipos sanitarios puede servir para reducir los efectos “traumáticos” que se puedan producir. La actuación de cualquier sujeto en el escenario de la crisis a de conseguir mitigar o modular las consecuencias del suceso. Cuando el estado físico del paciente sea estable, y las medidas de auxilio urgentes hayan sido realizadas, deben entrar a actuar las medidas psicosociales, de las que son importantes una serie de recomendaciones básicas:

.Dejar llorar.
.Dar bebidas calientes.
.Llevar mantas.
.Contacto físico (abrazar, dar la mano).
.Lenguaje tranquilizador.
.Dar mensajes de apoyo y aliento a los afectados, con la intención de influir en su estado de ánimo (sin negar la realidad ni esconderla).
.Tranquilizar a los afectados sobre el estado de los otros heridos.
.Mostrar comprensión.
.Estimular que se hable (a pesar de llanto, gritos, etc.).

Basándonos en el modelo de “intervención en crisis” de Kart Slaikeu, exponemos las líneas a seguir en la intervención psicológica:

.Inmediatez: En cuanto aparezcan los síntomas.
.Proximidad: Lo más cerca posible del lugar del suceso.
.Expectativa: Ayudar al afectado a que comprenda que vive una reacción normal a un suceso irregular.
.Simplicidad: Métodos terapéuticos breves y sencillos.

Yo subtitulé esta ponencia como UNA TRAGEDIA IMPOSIBLE porque:

a) AMBOS AVIONES TEORICAMENTE NO DEBIAN DE HABER ESTADO ALLI, SINO EN LAS PALMAS.

b) El PAA 1736 recibió instrucciones para desplazarse por la pista de despegue, abandonarla al llegar a la tercera salida a su izquierda, no vieron la salida… debido a la intensa niebla ENTRARON EN LA CUARTA SALIDA EN LUGAR DE EN LA TERCERA.

c) A PESAR DE LA ORDEN DE ESPERA INTERPRETA UN “OK” COLOQUIAL COMO UNA LUZ VERDE DE SALIDA.

d) Toda la tripulación de cabina, capitán, copiloto e ingeniero de vuelo, desoyen una INDICACIÓN DE NO DESPEGAR, agarrándose a un OK pronunciado por el controlador al dar el visto bueno a una instrucción para después del despegue. Y, OYEN, LO QUE QUIEREN OIR.

A partir de esta terrible tragedia, una de las consecuencias más notables del trabajo aeronáutico es el cambio de fraseología no utilizándose la palabra despegar, salvo para la autorización explícita de despegue.

Esta catástrofe en Tenerife no estaba escrita en el destino. El renglón, lo cambió la mano de un terrorista que actuó en una Isla hermana ignorante de las consecuencias de su malvada intención.

Una vez más, tenemos que recordar y citar al poeta romano Plauto (siglo III a. de C.) que escribió “homo homini lupus”: El hombre es lobo para el hombre.

Jaime Velarde Silió, piloto jubilado de Iberia, fue comisionado entonces para que se encargara de la investigación oficial, especializado por cuenta de la asociación de pilotos españoles en la investigación de accidentes aéreos, había realizado cursos en la Universidad del Sur de California.

De una reciente entrevista (domingo 9 de enero de 2005) que concedió al periódico EL DÍA de Tenerife extraemos:

¿Cuáles fueron los primeros pasos en la investigación?

Eso lo tenía muy claro. Croquis, fotografías, dibujos de los restos principales… lo antes posible, lo segundo, afrontar la situación y responder a lo que recomienda la asociación internacional de pilotos para ponerme a disposición de la tripulación afectada, que estaba en el hospital.


¿Hubo cortapisas para la investigación o presiones?

La situación en España era dificilísima, ya que la estructura pertenecía al ejército del Aire, de hecho me llamó el general Franco Iribarne Garai y fue muy valiente, porque mandó la investigación a EEUU, donde se llevó a cabo. Le mostré mi disponibilidad y se buscó la verdad. Todo un orgullo.


¿Y hacia dónde fue la culpa?

En un accidente aéreo no hay una sola causa y no hay culpables, sino un cúmulo de causas y responsables. Lo cierto es que hubo una responsabilidad del piloto de la holandesa KLM. Una de las compañías más prestigiosas y pionera de Europa.


1Dr. Miguel Duque Pérez-Camacho. Psiquiatra, Director del Instituto Canario de Psiquiatría (ICAPSI). Presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicopatología Social (SEPPS).

BIBLIOGRAFÍA

• Alonso-Fernández, F. Las Nuevas Adicciones. El estrés laboral: sus tipos y consecuencias.
• Alonso-Fernández, F. Claves de la Depresión.
• Alonso-Fernández, F. Fundamentos de la Psiquiatría Actual, Tomo II, 3ª Edición.
• DSM-IV-TR. Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. 2002.
• Harold I. Kaplan, Benjamín J. Sadock. Sinopsis de Psiquiatría.
• L. Crocq, C. Doutheau, P. Louville y D. Cremniter. Enciclopedia Francesa Médico Quirúrgica de Psiquiatría.
• Montero Guerra, José Manuel. Intervención Psicológica en Desastres Bélicos.

FUENTES

• Andrada Félix, Claudio. Periodista de “EL DÍA” de Tenerife.
• Dr. Besada Estévez, Carlos. Jefe de Servicio de Anestesiología del Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria.
• Profesor Sierra López, Antonio. Catedrático de Medicina Preventiva de la Universidad de La Laguna y Director General de Sanidad en esa época.

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