La Histeria
Epítome (Segunda Parte)
Miguel Duque Pérez-Camacho*
Como decíamos
en la primera parte, la histeria es una neurosis caracterizada por la
hiperexpresividad somática de las ideas, de las imágenes y de los afectos
inconscientes (Henri Ey.).
I-LAS MANIFESTACIONES VISCERALES
Clásicamente
la “realidad” de los trastornos viscerales histéricos está admitida, y las
“explicaciones” por la simulación, los efectos de la crisis o el pitiatismo han
perdido mucho crédito. No parece difícil el admitir que la vida inconsciente
pueda actuar sobre los fenómenos vitales y, por consecuencia, pueda expresarse
por medio de alteraciones viscerales; toda la medicina psicosomática gravita
sobre esta hipótesis. Las principales manifestaciones histeroorgánicas son los
espasmos, las algias y los trastornos tróficos.
-LOS ESPASMOS:
Los más frecuentes son digestivos: imposibilidad de tragar, náuseas, vómitos
(principalmente los vómitos del embarazo). El famoso “bolo” histérico, sentido
en el cuello o en el epigastrio. Pero existen otros espasmos; sobre todo
urinarios (retención) y genitales (vaginismo, dispareunia), etc. El asma
depende de una interpretación compleja.
-LAS ALGIAS:
Es inútil intentar esquematizarlas. Todas las localizaciones y todos los tipos
de dolor pueden ser sintomáticos de la histeria. Muy a menudo, su naturaleza
será sospechada, apenas presentado el enfermo, por el aire dramático que
confiere la expresión del síntoma. Un dolor que no sea explicable por
correlaciones locales debe hacer pensar en la histeria.
-LOS
TRASTORNOS TRÓFICOS Y GENERALES: Ya la catalepsia (estado nervioso
caracterizado por la pérdida de contractilidad voluntaria y de la sensibilidad)
nos ha mostrado ciertas anomalías vegetativas. Muchas más comunes son las
reducciones, a veces extremas, del hambre (anorexia mental), de la sed, de las
excreciones (oliguria, constipación). Babinski y Froment han descrito
trastornos vasomotores y tróficos que aparecen en el curso de ciertas parálisis
histéricas; los tegumentos están engrosados, fríos, cianóticos, las
oscilaciones arteriales reducidas, la pilosidad, generalmente desarrollada.
Pueden
incluirse en el mismo grupo de hechos ciertos trastornos paroxísticos
considerados como formando parte de la “patología de la emoción”, ciertas
crisis de urticaria o de edema de Quincke,
ciertos espasmos vasculares. La realidad de ciertos trastornos tales como
hemorragias localizadas o la fiebre no ha sido admitida por todos los autores,
a falta de observaciones indiscutibles. Es el famoso problema de los estigmatizados.
Para la mayoría de autores contemporáneos, estos hechos entrarían en el marco
de los edemas y de los trastornos vasomotores histéricos.
Todos estos
trastornos generales, tróficos o vasomotores deben ser considerados, cuando
existen, como signos de gravedad de la neurosis. Sobre este inventario de
síntomas, podemos subrayar que el contenido manifiesto de la histeria
constituye una exageración patológica de ciertos modos normales de expresión. A
cualquiera de nosotros el miedo “le quita la voz o le paraliza las piernas”, la
atención concentrada nos vuelve “insensibles al dolor” o ante ciertas
percepciones, “olvidamos” ciertas realidades que nos molestan; la alegría, el
miedo a la cólera “nos hacen” bailar, gritar, enrojecer o palidecer, cerrar los
puños, el asco nos produce náuseas, etc. Son manifestaciones no verbales de la
emoción. El histérico habla de “este lenguaje de los órganos” con una especial
elocuencia, vive las metáforas en vez de hablarlas y es esto lo esencial del
fenómeno de conversión somática.
A-EL CARÁCTER HISTÉRICO Y LA
PERSONA DEL HISTÉRICO.
Hay que
considerar ahora la estructura de la personalidad histérica, que contiene
virtualmente, en forma latente, estas manifestaciones. Es importante señalar
que el carácter histérico es el subsuelo habitual de estos síntomas, rebasa por
todos los lados la neurosis de conversión, ya que alcanza por una parte al
sujeto normal (tendencia a “hacer comida”, a “hacer o sentir como si…”), y por
otra a otras formas neuróticas (fobias, etc.) e incluso a ciertas psicosis. El
“carácter”, la “mentalidad”, la “persona” del histérico han sorprendido siempre
a los clínicos, quienes no pueden llegar a separar las manifestaciones
histéricas de la organización neurótica de la personalidad de estos enfermos.
Siempre se ha insistido sobre tres aspectos fundamentales del “carácter” histérico:
a) la sugestibilidad, b) la mitomanía, c) las alteraciones sexuales.
1-Sugestibilidad: El histérico, bien
porque sea sensible a la sugestión y particularmente a la hipnosis, bien porque
se autogestione, se presenta como un individuo “plástico”. Es decir que es
influenciable e inconsistente.
2-Mitomanía: El histérico, por sus
comedias, sus mentiras y sus fabulaciones, no cesa de falsificar sus relaciones
con los demás. Su existencia es a sus propios ojos una seria discontinua de
escenas y de aventuras imaginarias.
3-Alteraciones sexuales: Es lo que da
nombre a esta neurosis. Naturalmente, histérico no significa “erótico” o
“hipergenital”, ya que los histéricos no son ninfómanos o excitados sexuales.
Significa simplemente que su sexualidad está profundamente alterada. En este
campo más que en los otros, las expresiones emocionales y pasionales tienen
algo teatral, excesivo, que contrasta con fuertes inhibiciones sexuales. Así el
“donjuanismo” masculino o el “mesalinismo” femenino de los histéricos ocultan
siempre la impotencia, la frigidez o perversiones.
La inconsistencia de la persona. El Yo
del histérico es un Yo que no ha conseguido organizarse conforme a una
identificación de su propia persona.
La represión amnésica de los
acontecimientos reales. Las “represiones”, las degeneraciones, los
desconocimientos, en el curso de la vida, hacen desaparecer los recuerdos
reales (amnesias, ilusión de la memoria) para sustituirlos ya sea por lagunas,
ya por mentiras.
La falsificación de la existencia. El
histérico no sólo vive en un mundo ficticio por efecto de la represión de todo
lo que debería constituir la trama auténtica de su vida de relación, sino que
además no cesa de obtener “beneficios secundarios” de neurosis por una especie
de erotización de la imaginación.
Los sietes
rasgos unánimemente reconocidos son, en orden decreciente: histrionismo,
egocentrismo, labilidad emocional, dependencia, excitabilidad, actitud de
seducción y sugestionabilidad.
Cuatros rasgos
de la personalidad histérica se agrupan de manera estable: histrionismo,
egocentrismo, provocación sexual y labilidad emocional, formando un factor que
describe la histeria clásica. No obstante, dos rasgos “orales”, la agresividad
y la agresividad oral, tiene una saturación muy fuerte.
Pero otras
dimensiones pueden ponerse en primer plano, tales como la tendencia depresiva
(Mallet), a menudo prevalente en la persona histérica, que siempre es
vulnerable a lo que puede desvalorizarla. Induce los demás rasgos de carácter,
como la dependencia, la sugestionabilidad y la búsqueda afectiva.
PERSONALIDAD
HISTÉRICA
En la
actualidad, la personalidad histriónica se asocia tan a menudo a los trastornos
ansiosos como a los trastornos somatomorfos. Por otra parte, los límites entre
los aspectos normales y patológicos de esta personalidad son imprecisos.
Existen algunos estigmas comunes a las personalidades límite y narcisistas.
·
Histrionismo:
La persona histérica teme sobre todo pasar inadvertida, hace todo lo
necesario para llamar la atención, agradar y seducir: teatralidad de su
presentación (arreglo, vestimenta), hiperexpresividad de sus actitudes
posturales y mímicas (mirada, parpadeos), preocupación por atraer, necesidad de
brillar y discurso “expresionista”, pero pobre en contenido. Nada es
suficientemente bello para esta persona. Su apariencia es impersonal, copiada
de los estereotipos de moda (el “look”) o de las celebridades. El histrionismo
se acompaña de la falta de autenticidad: a diferencia de las personalidad
narcisistas y límites, las histriónicas suelen expresar con emoción el
sentimiento de imposibilidad de ser.
La frecuente insatisfacción de la vida psicosexual
suele quedar ocultada por la seducción y la erotización de las etapas preliminares,
y por una vida procreativa fecunda.
Las relaciones interpersonales (amistosas,
laborales), que se establecen sin dificultad, son de naturaleza narcisista, más
o menos erotizadas y obedecen poco a la reciprocidad.
·
Otras
tendencias y rasgos: La vida intelectual y el pensamiento riguroso están
poco catectizados, a diferencia de las capacidades creativas e imaginativas. El
trastorno “conversión” se encuentra asociado a la personalidad dependiente,
evitante y narcisista (el caso de Anna O, que es el seudónimo de Berta
Pappenheim). Las demás particularidades psíquicas y psicosociales son: el
predominio femenino, la alta frecuencia de casamientos, la marcada incidencia
de los trastornos tímicos, las hospitalizaciones más frecuentes, la vida social
perturbada (familia, amigos) y la adaptación social más favorable. Y no podemos
olvidar la psicosis histérica, caracterizada por comienzo súbito, precipitación
por un acontecimiento exterior, delirio sobre temas de posesión, influencia,
persecución o misticismo, alucinaciones, despersonalización, ausencia, más que
aplanamiento afectivo. Estas “locuras” histéricas no están sistematizadas ni
estructuradas. En su correspondencia con Jung, Freud habla de “paranoia
histérica”.
En el hombre histérico, más cercano a la personalidad
psicopática, se observa: delincuencia menor, jactancia, sueños heroicos, gusto
por la mistificación, tendencia al parasitismo, pasividad, dependencia, interés
por los comportamientos femeninos (cuidado de los niños, actividades
domésticas), búsqueda pasiva de amor.
B-EVOLUCIÓN. COMPLICACIONES.
PRONÓSTICO.
La neurosis
histérica, a pesar de sus manifestaciones paroxísticas, es como toda neurosis
una forma de anomalía de la personalidad que constituye una afección crónica.
Sin duda la neurosis permanece durante más tiempo latente que manifiesta en el
curso de la existencia. Pero tiene una particular tendencia a expresarse por
una flotación de síntomas diversos (crisis, estados crepusculares, amnesias,
síndromes funcionales variados), en primer lugar una cierta edad (adolescencia,
pubertad, después en la edad critica), y a continuación tendencia a renovarse
en ocasión de ciertas situaciones patógenas (emociones, exaltación colectiva,
matrimonio, maternidad, accidentes, etc.).
La evolución
de las manifestaciones neuropáticas es generalmente de corta duración, pero
algunas de ellas pueden ser largas.
*Psiquiatra,
Director del Instituto Canario de Psiquiatría (ICAPSI) y Presidente de la Sociedad Española
de Psiquiatría Social (SEPPS).
BIBLIOGRAFÍA
- Bleuler, Eugen. Tratado de Psiquiatría. Tercer Edición Española. Espasa-Calpe, S.A. Madrid, 1971.
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