29 de septiembre de 2012




Hoy, 29 de Septiembre, onomástica de Miguel, el equipo del ICAPSI (Instituto Canario de Psiquiatría), quiere felicitar al fundador y Director del ICAPSI, Sr. Dr. D. Miguel Duque Pérez-Camacho.

Un cordial saludo,


El equipo del ICAPSI

3 de septiembre de 2012

Catástrofes: Aspectos psiquiátricos. Epítome.

Miguel Duque Pérez-Camacho*

Es destacable señalar las diversas consecuencias psicológicas y psiquiátricas que han tenido las catástrofes en la historia reciente, tanto para las personas implicadas como para las que estuvieran expuestas a ellas. Las características de dichos acontecimientos según sus causas: naturales, accidentales, secuestro de rehenes, actos terroristas y conflictos o catástrofes sociales. Se aborda el debriefing psicológico, que es la intervención esencial en el plano medicopsicológico.

Teniendo en cuenta el recrudecimiento de los riesgos accidentales, las nuevas amenazas que pesan sobre las sociedades y la inevitable aparición de catástrofes naturales, es importante analizar las consecuencias psicológicas y psiquiátricas de los acontecimientos catastróficos. Es conveniente distinguir los efectos del trauma de la manera siguiente: independientemente del síndrome psicotraumático patognomónico de dicha clínica, es esencial identificar las manifestaciones psiquiátricas características de síntomas que no pertenecen a dicho síndrome. Se puede tratar de signos típicos del estrés, de ciertos índices clínicos de la fase llamada de latencia o de la expresión por la cual se traducen la pérdida o el duelo de las personas cercanas en las catástrofes.

El Diluvio, la Atlántida, el Apocalipsis, jalonan la historia de la humanidad y de sus mitos. Incluso la creación del universo resultaría del “Big bang”. La influencia de las catástrofes en el ritmo de la historia también se manifiesta en la época moderna. El incendio del Bazar de la Caridad en París y el naufragio del Titanic a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, y la catástrofe del Concorde en Julio de 2000 ocurren en un cambio de siglo, como si el hundimiento de un mito señalara el paso hacia una nueva etapa de la historia de la humanidad.

Desde el temblor de tierra de Lisboa en 1775 y la controversia entre Rousseau y Voltaire, se identifican tres modelos explicativos de la catástrofe: el castigo divino, la naturaleza omnipotente y la responsabilidad humana, por lo general compartida.

Entre las primeras descripciones de catástrofes, antes del nacimiento de la psiquiatría, se puede citar la de la erupción del Vesubio por Plinio el Joven.

La CATASTROFE: es un suceso infausto que altera gravemente el orden regular de las cosas y es sinónimo de cataclismo y desastre.

Las catástrofes se clasifican en: NATURALES (Geológicas, Climáticas, Bacteriológicas, Animales), TECNOLOGICAS (Incendios, Inundaciones, Accidentes de circulación, Accidentes ferroviarios, Aéreos, Navales, Submarinos), DE GUERRA (Bombardeo, Acción química, Nuclear, Invasión de un país, Campos de minas), SOCIALES (Terrorismo social, Hambre, Secuestros, Revueltas).

En los diferentes tipos de catástrofe hay numeroso factores que pueden propiciar el suceso (fallos mecánicos, geología, climatología, etc.), sin embargo hay un elemento diferencial entre todos éstos, y ese elemento es la acción del hombre. Puede ser indirectamente, por ejemplo, en un accidente aéreo, pueden existir causas mecánicas de la aeronave, que no haya sido revisada correctamente por los mecánicos, o bien un error de lectura de las cartas de navegación o no atender a las instrucciones de una torre de control.

Tradicionalmente las catástrofes se definen por cuatro criterios: un evento destructor nefasto (en general súbito y brutal); con gran cantidad de víctimas (muertos, heridos, conmocionados, quemados, etc.); con destrucciones materiales importantes; que excede (o al menos ocupa íntegramente) los medios de auxilios locales y L. Crocq añade un quinto criterio, tal vez esencial: “provoca una desorganización social importante”.

En toda catástrofe, más allá de las consecuencias individuales, la sociedad en su totalidad, se ve afectada en su fisiología de gran organismo, lesionado en su organización y su vida colectiva. Por otro lado, cada individuo se ve afectado no sólo en su “Yo personal”, original y singular, sino también en su sentimiento de pertenencia a la comunidad, en su “Yo social”.

Además de las destrucciones y lesiones somáticas, las catástrofes provocan obligatoriamente un choque emocional y - aunque puede ser transitoria – una lesión psíquica. En este sentido, puede afirmarse que todas las víctimas de catástrofes, heridos somáticos o sobrevivientes sin lesión física, son “heridos psíquicos” y deben tratarse. Puede ocurrir también que los testigos, no afectados directamente por la catástrofe, las familias y amigos que acuden a prestarles auxilio e incluso los socorristas, los servicios sociales, el personal de atención médica y los organizadores, sufran también un choque emocional generador de síntomas más o menos intensos, molestos y duraderos. El Dr. Noto propuso el término de “involucrados”, para designar este grupo de familias y de personal implicado de cerca en la catástrofe.

Tras un trauma y contemplando la individualidad del ser humano veremos al sujeto entrar en una serie de fases en las que parecería que su vitalidad tras el suceso se ha desvanecido, estas son: a) Fase de shock o Reacción de estrés normal: Moviliza procesos biológicos y fisiológicos bien conocidos actualmente: liberación de endorfinas, incremento de las defensas inmunitarias, cascada de informaciones y órdenes - por vía nerviosa o por vía humoral – entre los órganos sensoriales, la corteza cerebral, los centros mesencefálicos, el sistema nervioso neurovegetativo, la hipófisis, las suprarrenales y los efectores fisiológicos. Junto a estos aspectos fisiológicos, el psiquiatra debe conocer aún más los aspectos psicológicos de la reacción de estrés: el estrés focaliza la atención, moviliza la energía e incita a la acción. La reacción de estrés normal es una reacción útil, adaptativa, que inspira al individuo las decisiones y las conductas propicias para sustraerlo del peligro o para ayudar a los otros a evitarlo; b) Fase de inhibición o Reacción de estrés anormal: Se distinguen cuatro reacciones: La primera es la reacción de sideración, que deja al individuo perplejo desde el punto de vista cognitivo, estuporoso desde el punto de vista afectivo y paralizado desde el punto de vista motor. La segunda es la agitación incoordinada y estéril. La tercera es la huida por pánico, en la cual el individuo encuentra también la liberación de un exceso de tensión psíquica insoportable en la acción impulsiva. La cuarta reacción, menos conocida, aunque más frecuente, es la acción automática: el individuo en estado de choque y desconcierto es incapaz de deliberar para escoger la mejor solución y ejecuta como un autómata los gestos y secuencias de gestos que se le ocurren espontáneamente o que copia de sus vecinos. c) Fase de Restauración: El cuadro psicopatológico más común, vivido como reacción a una situación de catástrofe, es el trastorno por estrés postraumático (DSM-IV-TR F43.1) denominación estadounidense, llamado anteriormente neurosis traumática; los síntomas más característicos los resume de manera muy didáctica el Profesor Alonso-Fernández siendo estos la: 1) Alexitimia (apatía o desinterés, pérdida de la expresividad de las emociones, distanciamiento de los demás), 2) Reviviscencia del trauma (recuerdo repetidos relacionados con el trauma, pesadillas nocturnas del mismo tema) y 3) Simpaticotonía (taquicardia, sudoración, insomnio).

Aparentemente el trastorno es más grave y duradero cuando el factor estresante es de origen humano.

Como sintomatología asociada es fácil encontrar síntomas de ansiedad y depresión. Hay un aumento de la irritabilidad que puede asociarse con explosiones esporádicas e impredecibles de conducta agresiva bajo la presión de provocaciones mínimas o incluso sin ellas.

La incapacitación puede ser ligera o afectar prácticamente a todos los aspectos de su vida. La evitación fóbica de las situaciones o actividades que recuerdan o simbolizan el traumatismo original, dando lugar a una incapacitación laboral o recreativa. Además la anestesia emocional puede interferir en la vida familiar y de pareja.

En diferentes países se han creado “equipos medicopsicológicos de urgencias” que actúan inmediatamente en el sitio de la catástrofe, adaptando los procedimientos norteamericanos del debriefing (o “examen psicológico del evento”) y se han organizado consultas especializadas en psicotraumatología. Esto refleja el interés suscitado por problemas específicos y la respuesta a necesidades que no eran cubiertas anteriormente por los sistemas de salud.

En los momentos que suceden a una situación de crisis, una correcta intervención de los equipos sanitarios puede servir para reducir los efectos “traumáticos” que se puedan producir. La actuación de cualquier sujeto en el escenario de la crisis a de conseguir mitigar o modular las consecuencias del suceso. Cuando el estado físico del paciente sea estable, y las medidas de auxilio urgentes hayan sido realizadas, deben entrar a actuar las medidas psicosociales, de las que son importantes una serie de recomendaciones básicas: dejar llorar, dar bebidas calientes, llevar mantas, contacto físico (abrazar, dar la mano), lenguaje tranquilizador, dar mensajes de apoyo y aliento a los afectados, con la intención de influir en su estado de ánimo (sin negar la realidad ni esconderla), tranquilizar a los afectados sobre el estado de los otros heridos, mostrar comprensión y estimular que se hable (a pesar de llanto, gritos, etc.).

Basándonos en el modelo de “intervención en crisis” de Kart Slaikeu, exponemos las líneas a seguir en la intervención psicológica: Inmediatez: En cuanto aparezcan los síntomas; Proximidad: Lo más cerca posible del lugar del suceso, Expectativa: Ayudar al afectado a que comprenda que vive una reacción normal a un suceso irregular; Simplicidad: Métodos terapéuticos breves y sencillos.

Los riesgos psicopatológicos relacionados con el aumento del número de catástrofes constituyen el nuevo azote de nuestras sociedades. La frecuencia de los accidentes colectivos aumenta debido a los riesgos relacionados con los transportes, y aparecen nuevas formas de duelo, caracterizadas por la brutalidad y por el cambio radical de la respuesta que conviene adaptar cada vez a un nuevo escenario de catástrofe. Las nuevas formas de terrorismo, incluso de actos de hostilidad que hoy en día conviene tener en cuenta, prever y evitar por adelantado, se han diversificado y deben conducir a un análisis preciso de esos nuevos riesgos.



*Psiquiatra, Director del Instituto Canario de Psiquiatría (ICAPSI) y Presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicopatología Social (SEPPS).



 
BIBLIOGRAFÍA

• Alonso-Fernández, F. Fundamentos de la Psiquiatría Actual, Tomo II, 3ª Edición.

• DSM-IV-TR. Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. 2002.

• Harold I. Kaplan, Benjamín J. Sadock. Sinopsis de Psiquiatría. Editorial Médica Panamericana.

• L. Crocq, C. Doutheau, P. Louville y D. Cremniter. Enciclopedia Francesa Médico Quirúrgica de Psiquiatría. 2010.